Clara Mabel por Georgina Gluzman
El color. Aborto legal, seguro y gratuito dice la consigna feminista, repetida en verde y sobre verde. El verde, color de la salud y de las farmacias a la noche, ha venido a representar el deseo de un acceso igualitario a la atención médica y al fundamental derecho a decidir sobre el cuerpo. Verde que te quiero verde. En mi imaginario, el verde en todos sus matices es el color de la libertad. Pero, ahora, después de haber conocido la memoria de Clara Mabel, el aborto tiene otro orden cromático. U otro desorden cromático. El de los archivos familiares, el de las fotos descoloridas, el de la estética de los setenta y ochenta que Javier recuperó. El color de los derechos se diversifica e inaugura un imaginario nuevo.
El cuerpo. Las mujeres muertas (asesinadas con complicidad del Estado) parecen no tener cuerpo. Sus identidades se disuelven. Conforman una masa de cuerpos y sueños heridos. El estigma pesa. Pero, cada muerta, cada asesinada, fue un cuerpo. Con Clara Mabel, tenemos acceso a ese cuerpo gozoso, deseante, pleno. Clara Mabel es más que una parte de un número imposible de especificar de mujeres que pierden su vida por la falta de derechos fundamentales. Clara Mabel es un cuerpo latente que nos interpela desde la memoria.
La espesura. Es difícil no conmoverse con historias así. Sabemos que existen de a miles, pero pocas veces las vemos en su espesura y complejidad. Desde las estampitas religiosas hasta la carta de sus compañeres de trabajo, la vida de Clara Mabel es un mosaico, un rompecabezas, un mapa. La vemos con sus botas altas, sonriente, con sus hijos, con su compañero de vida, con su pose en fotos que me parecen inolvidables. Pero, sobre todo, la veo y veré siempre como esa joven metida en el mar. Imagino el placer del agua fría sobre su cuerpo y el sol del mediodía que todo lo invade. Clara Mabel, estás presente. Y tu presencia densa nos trae, además del dolor de la injusticia, la celebración de tu vida.